Bailando sin sostén reúne voces, unas más literarias que otras, pero igualmente apasionadas por el tema del Eros que han tejido una suerte de indicio poético: hay que danzar desnudas con la palabra, hay que volverse a sí mismas, hay que tocarse el sexo. La intención de la antología cartonera es ofrecer una serie de poemas escritos por mujeres en Colima sin el propósito de reunir referentes exclusivamente literarios.
En este trabajo se convoca a la desnudez del alma porque el rito sensual que cada una recrea mediante la escritura, implica un ejercicio de liberación, tan necesario en estos días en que se habla de libertad, del género como construcción cultural o de la diversidad sexual, frente al sostén —por pensar en una prenda— que puede representar la opresión a las formas del deseo.
La literatura es pasión humana. El acto de escribir lo es. Basta acudir a las páginas de un buen número de poetas que capturaron la silueta del erotismo (amorosa en unas, encendida en otras) y en aquellas mujeres que desde el convento vertían a la tinta el fervor místico-religioso connotando alcances eróticos: Santa Teresa de Ávila y Sor Juana Inés de la Cruz. Pensemos en poetas como Emily Dickinson, Idea Vilariño, Enriqueta Ochoa, Anne Sexton, Rosario Castellanos, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Elsa Cross y en la paradigmática Safo, quienes se han distinguido por abordar el tema con variados matices.
Pero tocar este asunto no se restringe a las plumas emblemáticas; es preciso apuntar cómo se vive el erotismo en estos días y en estas tierras. Y, como en las grandes poetas, lo erótico no siempre encuentra dulces remansos. A veces se presenta con la garra del dolor que ha sorteado severos prejuicios del universo masculino e incluso del femenino. En algunas de estas páginas advertiremos cómo la poesía ha sido un vínculo para sublimar la experiencia con el amado, con el toro maldito o la mujer deseada, con quien hiere pero a la vez acaricia, con la piel y el tacto.
Brenda Rosales explora los rincones del cuerpo de donde extrae su aliento vigoroso a fin de recrear el goce sensual. Claudia Moreno llama al amado con la promesa de la canción; la música y la poesía son ingredientes esenciales en ella. Daniela Arceo acude a los sentidos abiertos para el placer a la vez que recrea pasajes amorosos. Edith Camacho propone atmósferas sofisticadas (que nos recuerdan a la poesía modernista) donde los astros y las flores sugieren el tenor erótico.
Engracia Licea deshila por medio de una secuencia de siete meses, la experiencia compleja del encuentro y desencuentro con el deseo, que por momentos resulta doloroso vincularlo al amor. Los poemas que nos ofrece Georgina Navarro son espejos que bajo la luz de lo cotidiano revelan la intimidad de la autora. Paulina Meléndez, con espontaneidad y cadencia, invita a la embriaguez en su poesía de imágenes. Magda Orozco da cuenta del intrincado universo de la pasión entregándonos una serie de poemas que reflejan su ritmo ardoroso con el que respira y escribe. En Rosario Olivo y Sendy Sámano el placer se agolpa con potencia: la evocación es esencial para el deleite.
Por último, va nuestro anhelo para que los lectores y las lectoras transiten por el erotismo a través de diez mujeres que nos han ofrendado su manera de hacer poesía con lo más sensorial que tienen a la mano.
Krishna Naranjo
Escriben:
Brenda Alejandra Rosales Peña
Claudia Cecilia Moreno Olmos
D. Arte Ar
Edith Guadalupe Camacho Díaz
Engracia Licea Jiménez
Georgina Navarro Núñez
Hilda Paulina Meléndez Padilla
Magdalena Orozco Rodríguez
Rosario Olivo Herrera
Sendy Sámano